En un destacado aplauso a la resiliencia y profesionalismo, la fiesta de fuegos artificiales del XXXIII Concurso Internacional Villa de Bilbao se vio marcada por una inesperada interrupción técnica de 14 minutos, que no impidió a Matteo Fireworks completar su impresionante exhibición.

La voz autorizada detrás del jurado, Jone Larrazabal, resaltó la calidad de las presentaciones en esta edición del concurso donde, según ella, el nivel fue excepcional. Aseguró que la elección del ganador, Caffero de los Países Bajos, se decidió casi de manera unánime, sin grandes debates, lo que subraya la magnitud de este evento pirotécnico en Euskadi.

Larrazabal, quien también ocupa un cargo en el Ayuntamiento de Bilbao como directora del Área de Igualdad y Fiestas, explicó que el jurado se reunió en su totalidad para evaluar las presentaciones desde la comodidad de la Sociedad Bilbaína. Equipados con cuadernos para anotar sus impresiones sobre cada espectáculo, los miembros aportan sus visiones desde diversas perspectivas, lo cual enriquece el proceso de evaluación.

Este año el jurado se sintió más asentado. "El primer año fue algo más incómodo, pero evaluamos con más confianza en esta edición", compartió Larrazabal, sonriendo. La tarea de calificación incluyó un exhaustivo estudio del material pirotécnico que se presentaría durante las noches del evento.

La metodología del jurado es meticulosa. Después de cada presentación, se encierran para valorar detalles técnicos y artísticos, puntuando elementos como la variedad cromática y la ejecución adecuada de cada efecto. "Cada color tiene un significado, y algunos, como un buen azul, son difíciles de lograr", añadió Larrazabal.

La continuidad y la narrativa de los espectáculos también son primordiales. Larrazabal describió que, a veces, hay que preguntarse qué mensaje transmiten los fuegos y cómo se complementan entre sí. La diversidad en cada conjunto de fuegos es crucial, ya que los jurados buscan ver juegos de colores y dinamismo.

La originalidad de las piezas también se tiene en cuenta. "Nos impresiona cuando un grupo presenta algo novedoso, como palmeras inusuales o efectos visuales inesperados", comentó. Este enfoque diverso permite que cada exhibición sea única y el público quede cautivado.

El criterio técnico fue determinante para que Caffero se alzara con el premio. Larrazabal subrayó la maestría en la ejecución y cómo los fuegos se entrelazaron con el paisaje bilbaino de forma espectacular, destacando la visualización del emblema de la ciudad a través de los fuegos.

La evaluación también abarca cómo los pirotécnicos ocupan el espacio aéreo, un aspecto que Larrazabal ilustra como la correcta distribución de los fuegos en el cielo. Se trata de equilibrar tanto la altura como la extensión lateral, creando un espectáculo que no solo cautive a los ojos, sino que también se integre con su entorno.

Otro factor es la sonoridad de las actuaciones, donde el jurado examina cómo los sonidos de las explosiones y otros efectos se entrelazan con el ritmo del espectáculo. La duración de las exhibiciones, que debe ser un mínimo de 15 minutos, se considera un elemento clave para la evaluación general.

Sin embargo, la muestra de Matteo Fireworks tuvo que realizar una pausa significativa debido a un fallo técnico, lo que llevó a su descalificación. "El tiempo es crucial en estas presentaciones y aunque reanudaron, hubo una pérdida de esencia”, reconoció Larrazabal.

No obstante, Larrazabal alabó la actitud profesional de Matteo Fireworks, quienes a pesar del contratiempo, lograron terminar su presentación con dignidad. "Apreciamos mucho su esfuerzo; fue admirable ver cómo se manejarían los nervios y la tensión durante esos minutos", comentó.

Finalmente, Larrazabal concluyó con una reflexión sobre el proceso de calificación. "Es como mezclar ingredientes en una coctelera; cada aspecto cuenta y se puede ajustar", afirmando que el veredicto no es estático, sino que puede evolucionar con la experiencia de cada año en el concurso.